La alcaldesa de Navalmoral pronuncia el pregón de las Fiestas de San Andrés

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La alcaldesa de Navalmoral de la Mata, Raquel Medina, fue la pregonera este fin de semana de las fiestas dedicadas a San Andrés, patrón de la ciudad.

Aquí tenéis el pregón que pronunció Medina con motivo de la festividad religiosa:

Buenas tardes a todas y a todos:

En primer lugar, permitidme daros las gracias por invitarme a ser la pregonera de las fiestas de nuestro patrón, San Andrés. Para mí es un auténtico honor estar aquí y poder dedicar unas palabras en homenaje, no sólo al santo, sino a todas las personas que, con fervor y, siguiendo los principios predicados por Jesús, han hecho posible que parte de nuestra cultura se mantenga vigente durante tantos años.

Ha sido mucha y de buen corazón la gente que ha visto en nuestro apóstol un ejemplo personal y social al que rendir homenaje y, no ha sido por causa injustificada, que San Andrés se ganara su propio círculo de seguidores, pues fue el primer elegido para transmitir al mundo, mediante el ejemplo, un mensaje de amor.

De cuna humilde, trabajador infatigable, decidió dedicar sus esfuerzos a ayudar a los demás. Él nunca olvidó las tardes a la intemperie echando redes al Lago Genesareth. Como consecuencia de ese aprendizaje y conocedor del concepto del sacrificio, acabó siendo el “pescador de corazones”.

Un modelo para una iglesia que, precisamente ahora, el mes que viene, comenzará a celebrar el Jubileo de la Misericordia, siendo orden del Sumo Pontífice Francisco I que “Seamos misericordiosos como el Padre” para que así “toda la iglesia pueda encontrar la alegría de redescubrir y hacer fecunda la misericordia de Dios”.

Un imperativo canónico dirigido a minorar las desigualdades sociales, no a compadecerse de ellas. Las miserias ajenas no pueden ser objeto de piedad, sino de lucha para hacerlas desaparecer.

La pena no es más que la autocomplacencia del egoísmo, la purga de la conciencia del avaro, pero nunca, la herramienta que permita construir el mundo ideado por Jesucristo, divulgado por San Andrés.

Vemos como miles de jóvenes formados están abandonando nuestro país porque nadie les da trabajo o porque están paupérrimamente pagados, mientras, al mismo tiempo, unos cuantos aumenten su riqueza a diario; o vemos como los bancos expropian las viviendas a los más necesitados en lugar de acordarse de lo que el Rico hizo por Lázaro.

Sabemos que cientos de mujeres mueren como víctimas de violencia machista y olvidamos la protección brindada por Jesús a María Magdalena, exhortando a tratarla como lo que es, un igual a todos.

Este año santo, recordamos, también ha sido convocado para celebrar el quincuagésimo aniversario del Concilio Vaticano II y profundizar en la implantación de sus cuatro objetivos, de los cuales, uno de ellos, hoy día, se antoja fundamental.

“Lograr la mejor interrelación con las demás religiones, principalmente las orientales”.

Los lamentables sucesos acecidos en Francia a lo largo de la semana, no pueden ser la excusa que nos aleje de su consecución, sino por el contrario, un acicate que lleve a impregnar de valores cristianos las normas de convivencia. Respeto, tolerancia y pluralismo, son las armas que nos permitirán enarbolar la bandera de la paz social.

Las explosiones, han de ser de júbilo y los petardazos, para quemar al Hombre Inicuo, tal y como manda la tradición de las fiestas de San Andrés que, desde pequeña, me enseñaron amar.

Evoco, como de niña, los días parecían interminables y la fecha del 30 de noviembre no llegaba nunca para poder ir de la mano de mi padre, un apasionado de las fiestas, a ver arder al hombre inicuo.

Esa mezcla entre felicidad y miedo que me producían los petardos y el fuego, de los que me refugiaba abrazándome a la pierna de mi madre, pero que al mismo tiempo me empujaban a asomar la cabeza para no perderme detalle de cómo se acababa con el ‘ser indigno’.
Hoy, pasados más de 30 años, esta tradición sigue alegrando las tardes de los niños y niñas de Navalmoral a últimos de Noviembre. Hoy, es mi hija la que se debate entre la emoción y la ambigüedad del miedo y la curiosidad.

Y aunque sólo sea por eso, por los buenos recuerdos, no puedo más que dar las gracias, por dejarme ser la voz que os honre en esta fecha tan señalada, para mí, para vosotros y para las moralas y moralos.

No quiero terminar sin referirme a los mayordomos y mayordomas, de antes y de ahora, por mantener vivo el carácter religioso de las fiestas sin olvidar su cara más popular. Mi más sincera enhorabuena a los mayordomos y mayordomas de la Cofradía de la Entrada en Jerusalén y el Santo Sepulcro por la buena organización y programación de las fiestas de nuestro patrón.

Muchas gracias.

 

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